El día del libro

Día del libro

Hoy he vivido un momento muy emocionante.

La profe de mi nieta Leyre, a punto de cumplir tres años (mi nieta, claro, no la profe), que en el confinamiento está en contacto con los padres y los niños y organiza tareas y clases, ha organizado un Día de la Lectura para mañana, que como todo el mundo sabe es el Dia del Libro.

Se trataba de que alguien, algún familiar de los pequeños, que no “confinara” con ellos, o sea, que viviera en casa aparte, les leyera un cuento en vídeoconferencia. Y como en mi familia ya os podéis imaginar quién es “el de los cuentos”, pues mi hija me pidió que fuera yo el que se lo leyera.

Lo hemos hecho hoy. Mañana tendrán una clase ellos, niños y padres, con la profe, y los niños contarán qué cuento les han leído, quién se lo ha leído y de qué iba el cuento.

Esta mañana nos hemos puesto a ello. ¡Un vídeo-cuento! Sólo la atención que ponía mi niña me emocionaba. Además, ha sido un cuento interactivo, en el que ha habido incluso que hacer algunos cambios en el texto.

El cuento que he elegido para leer ha sido “Rizitos de oro”.

¡Qué emoción! Al principio le costaba un poco centrarse, pero en cuanto empecé con la historia, cambiando tonos de voz, teatralizando, entró de lleno a vivirla.

Esto es una de las muchas cosas buenas de los niños: te pueden escuchar o no escuchar, pero si te escuchan lo hacen con toda la atención y concentración del mundo. No se andan con medias tintas.

Hay un momento en el cuento en que la niña protagonista llama a la puerta de una casa. Para ello, en vez de decir “pon-pon-pon”, he dado unos golpes con los nudillos en la mesa de madera desde donde le hablaba. Entonces mi niña, al oír los golpes, ha levantado las cejas y le ha dicho a su madre “¡¡está llamando!!”. Lo vivía.

La corrección ha habido que hacerla en otro pasaje. Resulta que en una habitación de la casa del cuento había tres camas: una grande, otra mediana y otra pequeña. Yo las he descrito tal como decía el texto: “había una cama graaaaaande…otra mediana y otra más pequeña”. La niña, Rizitos, ya estaba cansada y decidió echarse a dormir un ratito, para lo que eligió la pequeña, “la cama pequeña, como la de Leyre”, he dicho yo. Y ahí mi niña ha puesto pie en pared, me ha parado y me ha dejado claro que ella no tiene una cama pequeña, que su cama es una cama grande porque ella ya es mayor. Así que he hecho una anotación por si se lo tengo que volver a leer.

Al acabar, cuando he dicho medio en broma eso de “colorín colorado este cuento se ha acabado”, tras unos segundos, Leyre ha empezado a aplaudir. Más emoción.

Ahora quiere que le lea un cuento cada día. Le he dicho que vale, y por decir una hora, le he dicho “mañana a las 11 te llamo”. Ha vuelto a corregirme. Me ha dicho “No, a las 11 no. Cuando yo pueda te aviso, abuelo”. Así que tendremos que esperar a que tenga un hueco en su agenda, pero lo de leerle un cuento cada día, en vídeo conferencia, creo que es lo mejor que me va a pasar en este encierro. ¡¡¡¿cómo no se me ha ocurrido antes?!!!

Claro, ahora viene la emoción: me ha preguntado que qué cuento le voy a leer mañana y le he dicho que mañana lo sabrá. Ha puesto una cara de misterio y sorpresa que me ha vuelto a alegrar el día.

Os cuento esto porque un día, siendo muy joven, escribí: “Para qué quieres saber qué es una jirafa si no tienes un hijo a quién contárselo”. Hoy me he acordado de eso.

El caso es que ya estoy más nervioso yo que ella esperando el cuento de mañana. Creo que el resto del confinamiento… quizás no quiera que se acabe, aunque, pensándolo bien, quiero que acabe cuanto antes. Se los leeré en persona. Es muy difícil aguantarte las ganas de abrazarla.

En fin… que es una pena que no se puedan tener los nietos antes que los hijos. JaJa.

Diego Durán

22/04/2020

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